miércoles, 27 de junio de 2007

Leopoldo María Panero, el eterno asesino


Te mataré mañana cuando la luna salga / y el primer somormujo me diga su palabra / te mataré mañana poco antes del alba / cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños…
Fragmento de "Proyecto de un beso” de Leopoldo María Panero.


“el asesinato considerado como una de las bellas artes” (de Quincey) y “las bellas artes consideradas como un asesinato” (Sartre en su prólogo a Jean Genet)-(1), es bello cuando es indemostrable y perfecto, cuando escapa a la ley y no a la razón; las bellas artes pueden ser consideradas como un asesinato cuando se sitúan en el decir más puro, y las palabras son el asesinato de las cosas; esto es, lo universal niega lo singular. La singularidad más pura, sin lo universal, es una alucinación: es el asesinato de la razón.

Así el loco es esa conciencia inmunda que sucede cuando la conciencia deja de pertenecer a lo universal: su conciencia es el asesinato del alma.
Es así que lo más puro es la nada; y la conversión de algo en nada es el tema del asesinato, y es por ello que puede decirse que el asesinato es lo más puro, lo que nos permite compararlo con una de las bellas artes, este es el caso de Leopoldo María Panero (España, Madrid-1948). Poeta con terminalidad, asemejado a Rimbaud y Verlaine. Sintetizado en lo homosexual, drogadicto, dipsomaniaco, bisexual, leedor, paranoico, esquizofrénico, parricida, negador, autodestructivo. Interminables apelativos si queremos, pero sustancialmente uno de los últimos poetas malditos de España, puede que incluso el primer gran maldito: cárcel, manicomio, pensiones y lejos de los círculos de los oropeles y alamares. Heredero de una familia de poetas y, por tanto, con el veneno de la contradicción y la pregunta inadecuada en el verbo.

Su poética es instalación a la negación del todo que implica la construcción de un discurso caracterizado por su oposición frontal no sólo a la tradición sino también a toda posible reacción renovadora: el yo no existe, el ambiente literario es una farsa. Esta noción de que no se puede innovar diferencia la poesía de Leopoldo María Panero tanto de los discursos partidarios de la comunicación como de los que ambicionan el máximo hermetismo. Nuestro autor no quiere ser postmoderno ni poeta de la experiencia: sólo desea depurar sus negaciones, figurar al margen de cualquier interpretación.

Para Leopoldo María Panero, resulta inconcebible escribir desde algún lugar no maldito: la maldición no es un pretexto literario, ni un acompañamiento eficaz, sino el motor esencial de la escritura. El discurso poético surge, por lo tanto, de las cenizas posteriores a la extinción de las palabras y no del incendio libertador, la ruptura.
Panero únicamente sigue adelante en su particular aventura a través de motivos iconográficos extraídos del Romanticismo. Sin embargo nos encontramos ante un autor que reflexiona constantemente sobre la naturaleza de la poesía, y que no abandona nada a la arbitrariedad o la contingencia de lo que dicta la inspiración. Como Poe, Panero cree que la razón no sólo es capaz de engendrar el discurso poético sino que además lo organiza correctamente y le confiere su particular poder de seducción introduciendo algún elemento insólito en la percepción de la realidad que el lector se verá forzado a construir. La afición de nuestro autor a la literatura clásica de terror no es únicamente una afinidad del gusto: Panero aprende de Poe, Lovecraft, Nerval y Ambrose Bierce los procedimientos técnicos necesarios para causar inquietud, e incluso horrorizar y escandalizar.

En una entrevista que publicó Federico Campbell en 1971, Panero declara que dos son las posibles corrientes por donde puede avanzar la poesía:

Yo creo que en este momento sólo hay dos rutas: una que parte del surrealismo y otra que nació en Mallarmé. El grupo de los Novísimos oscila entre estas dos líneas. La diferencia entre las dos es la misma que existe entre algo que no quiere decir nada, y algo que quiere decir nada. Lo primero puede ser inconsciente y no reflexivo; lo segundo necesita ser reflexivo…

La definición puede resultar demasiado esquemática, pero resulta sumamente interesante observar cómo Panero intenta desmarcarse de sus compañeros de generación afirmando una poesía basada en la conciencia de por qué ruta se está transitando.

La poética general de Panero se basa en la excepción opuesta a la "normalidad" propugnada por algunos poetas de las últimas generaciones, como Carlos Marzal, Luis Alberto de Cuenca, Jon Juaristi o García Montero. Lo cierto es que Panero se ha mantenido fiel a su épica del héroe maldito, ha evangelizado sobre el fin de la historia y de la literatura y no se ha pronunciado sobre ningún ser normal, escudado en una realidad poética aislada de toda vivencia.

Respecto a sus ensayos, Panero ataca a toda la psiquiatría y la acusa de lo que ella le acusa. Cree que escapándose de los sanatorios, el hombre escapa de su verdadera locura. Sin embargo, no deja de ser consciente de que su mente es diferente a la de los demás, lo cual convierte a la paranoia y a la esquizofrenia en una ventaja. La locura es la virtud capaz de integrar toda la realidad (todo lo que el cuerdo identificaría como beneficioso pero también todo lo nocivo) en una visión alternativa orientada hacia la aceptación de todos los instintos.

Por eso el público la acepta, responde a su llamada y mantiene su figura de culto dentro del círculo intelectual.


………
(1) prefacio a la segunda edición de (palabras de un asesino).

poema de Leopoldo María Panero

PROYECTO DE UN BESO

Te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
te mataré mañana poco antes del alba
cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños
y será como cópula o semen en los labios
como beso o abrazo, o como acción de gracias
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
y en el pico me traiga la orden de tu muerte
que será como beso o como acción de gracias
o como una oración porque el día no salga
te mataré mañana cuando la luna salga
y ladre el tercer perro en la hora novena
en el décimo árbol sin hojas ya ni savia
que nadie sabe ya por qué está en pie en la tierra
te mataré mañana cuando caiga la hoja
decimotercera al suelo de miseria
y serás tú una hoja o algún tordo pálido
que vuelve en el secreto remoto de la tarde
te mataré mañana, y pedirás perdón
por esa carne obscena, por ese sexo oscuro
que va a tener por falo el brillo de este hierro
que va a tener por beso el sepulcro, el olvido
te mataré mañana cuando la luna salga
y verás cómo eres de bella cuando muerta
toda llena de flores, y los brazos cruzados
y los labios cerrados como cuando rezabas
o cuando me implorabas otra vez la palabra
te mataré mañana cuando la luna salga,
y así desde aquel cielo que dicen las leyendas
pedirás ya mañana por mí y mi salvación
te mataré mañana cuando la luna salga
cuando veas a un ángel armado de una daga
desnudo y en silencio frente a tu cama pálida
te mataré mañana y verás que eyaculas
cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas
te mataré mañana cuando la luna salga
te mataré mañana y amaré tu fantasma
y correré a tu tumba las noches en que ardan
de nuevo en ese falo tembloroso que tengo
los ensueños del sexo, los misterios del semen
y será así tu lápida para mí el primer lecho
para soñar con dioses, y árboles, y madres
para jugar también con los dados de noche
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra.

"De: El último hombre" 1984

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